Giorgio había donado a la ciudad en 1450 su importante colección de libros y por la misma época había abierto una escuela para los hijos de los aristócratas florentinos en su convento de San Marcos. Allí formó a Américo y a otros jóvenes en las enseñanzas de Aris-tóteles, Ptolomeo y Estrabón sobre astronomía, cosmografía y geografía; en la lectura de los clásicos y particularmente en el dominio de la lengua docta, el latín (en la Biblioteca Riccardiana de Florencia existe un pequeño códice de su autoría, titulado Dettati da mettere in latino, escrito en ese idioma). Américo adquirió una predilección por Virgilio, Dante y Petrarca, y probablemente leyese los libros de viajes de Marco Polo. Dejó constancia escrita de su escepticismo hacia las creencias cristianas:
...Finalmente, tengo en poca estima las cosas del Cielo y estoy cerca incluso de negarlas.
A principios de los años 1470, el clan de los Vespucci encargó al pintor florentino Domenico Ghirlandaio, por entonces aún poco conocido, un retrato de familia para decorar una capilla de la iglesia de Ognissanti. En el siglo XVI Giorgio Vasari afirmó que uno de los retratados era Américo pero no hay evidencia objetiva de ello. En 1478 la reacción de los Médici a la fallida conspiración de los Pazzi precipitó el enfrentamiento de Florencia con el papa Sixto IV y causó la guerra con Nápoles. Lorenzo el Magnífico decidió enviar un embajador a la corte de Luis XI en París para que el monarca francés declarase la guerra a Nápoles. Eligió para ello a Guidantonio Vespucio, otro de los miembros ilustres del clan Vespucci. Américo, que entonces tenía 24 años, acompañó a su pariente en un papel que se desconoce, quizás como criado o secretario personal. La misión fue un fracaso porque Luis XI estaba aún digiriendo la anexión del ducado de Borgoña y se negó a entrar en guerra en Italia. Tío y sobrino fueron llamados de vuelta a Florencia en 1480 tras la firma de la paz con Nápoles y la normalización de relaciones con el Papado. (Sigue leyendo...)
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