Concepción Arenal Ponte (Ferrol, 31 enero 1820-Vigo, 4 febrero 1893) experta en derecho, pensadora, periodista, poeta y autora dramática española encuadrada en el realismo literario y pionera en el feminismo español. Además, ha sido considerada la precursora del trabajo social en España. Perteneció a la Sociedad de San Vicente de Paul, colaborando activamente desde 1859. Defendió a través de sus publicaciones la labor llevada a cabo por las comunidades religiosas en España. Colaboró en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. A lo largo de su vida y obra denunció la situación de las cárceles de hombres y mujeres, la miseria en las casas de salud o la mendicidad y la condición de la mujer en el siglo xix, en la línea de las sufragistas femeninas decimonónicas, y las precursoras del feminismo. Nacida el 31 de enero de 1820 en el número 177 de la calle Real en Ferrol (La Coruña), hija de Ángel del Arenal y de la Cuesta y de María Concepción Ponte Mandiá Tenreiro. Su padre nació dentro de una familia ilustrada con títulos de nobleza originaria de Santander, fue un militar (sargento mayor, rango equivalente al de teniente coronel con funciones mixtas de Intervención e Intendencia) castigado en varias ocasiones por su ideología liberal, en contra del régimen absolutista del rey Fernando VII. Como consecuen-cia de sus estancias en prisión, cayó enfermo y murió en 1829, por lo que Concepción quedó huérfana de padre a los nueve años. En ese mismo año, se trasladó con su madre, y sus dos hermanas, Luisa y Antonia, a Armaño (Liébana, Cantabria), a casa de su abuela paterna, Jesusa de la Cuesta, donde recibió una férrea formación religiosa. Un año después, falleció su hermana Luisa. En 1834, con ayuda de su pariente Antonio Tenreiro-Montenegro y Caveda, segundo conde de Vigo, se trasladaron a Madrid donde Concepción estudió en un colegio para señoritas.
Desde joven había declarado su deseo de ser abogada. A los veintiún años de edad, para poder ingresar como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid tuvo que disfrazarse de hombre, se cortó el pelo, vistió levita, capa y sombrero de copa. Al descubrirse su verdadera identidad intervino el rector. Tras un examen satisfactorio fue autorizada a asistir a las clases, cosa que hará desde 1842 a 1845.[
El rito era el siguiente: acompañada por un familiar doña Concepción se presentaba en la puerta del claustro, donde era recogida por un bedel que la trasladaba a un cuarto en el que se mantenía sola hasta que el profesor de la materia que iba a impartirse la recogía para las clases. Sentada en un lugar diferente del de sus aparentes compañeros, seguía las explicaciones hasta que la clase concluía y de nuevo era recogida por el profesor, que la depositaba en dicho cuarto hasta la clase siguiente. Amelia Valcárcel. Feminismo en un mundo global
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