Arquímedes murió durante el sitio de Siracusa (214-212 a. C.), cuando fue asesinado por un soldado romano, a pesar de que existían órdenes de que no se le hiciese ningún daño. A diferencia de sus inventos, los escritos matemáticos de Arquímedes no fueron muy conocidos en la antigüedad. Los matemáticos de Alejandría lo leyeron y lo citaron, pero la primera com-pilación integral de su obra no fue realizada hasta c. 530 d. C. por Isidoro de Mileto. Los co-mentarios de las obras de Arquímedes escritos por Eutocio en el siglo VI las abrieron por pri-mera vez a un público más amplio. Las relativamente pocas copias de trabajos escritos de Arquímedes que sobrevivieron a través de la Edad Media fueron una importante fuente de ideas durante el Renacimiento, mientras que el descubrimiento en 1906 de trabajos desco-nocidos de Arquímedes en el Palimpsesto de Arquímedes ha ayudado a comprender cómo obtuvo sus resultados matemáticos.
Pocos
detalles sobre la vida de Arquímedes
se conocen, y son suficientes para que sea considerado uno de los científicos
más importantes de la Antigüedad. Sus inventos, útiles en disciplinas de toda
índole, permitieron grandes avances en términos matemáticos e incluso bélicos. Y es que el griego
fue figura fundamental en el diseño de innovadoras máquinas y armas de asedio,
desde los espejos ustorios -curiosa técnica también conocida como “el rayo de
la muerte”, con la que se podía quemar toda una flota a través del reflejo del
sol en unos espejos-, hasta la conocida como garra de
Arquímedes. Esta última fue un arma de
asedio que se diseñó para defender la ciudad de Siracusa del ataque
romano, especialmente en la parte de la muralla que desembocaba en el
mar.
Si
bien el científico diseñó el llamado tornillo de Arquímedes,
que afianzaba las medidas de seguridad de los barcos, en su caso la garra hacía
una labor totalmente contraria. Se trataba de una máquina militar que, según han descrito
escritores y expertos, respondía a una especie de mecanismo similar a una grúa
con un gancho de acero suspendido. Seguramente a través de una palanca gigante
se activaba dicha garra, pudiendo levantar un barco y, posteriormente,
derribándolo y hundiéndolo. Según las interpretaciones visuales que se han
hecho del invento durante la historia, esta temible maquinaria habría sido como
un gran brazo de acero, suspendido desde la muralla del lugar asediado, que se
levantaba sobre toda nave para darle una siniestra bienvenida.
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