Los expertos se ponen de acuerdo: sí, puede haber habido un momento dentro de la memoria histórica que realmente fuera el peor momento para estar vivo. Los años 2022, 2023 y quizás ahora 2024 han sido todos malos. Pero no han sido años peores que, por ejemplo, 1347, cuando la Peste Negra comenzó su larga marcha por Eurasia. O 1816, el “año sin verano”. O 1914, cuando el asesinato de un oscuro archiduque de los Habsburgo precipitó no uno, sino dos conflictos mundiales, uno de los cuales provocó millones de muertes en el genocidio más horrible de la humanidad.
Ha
habido muchos otros años y décadas malos. En la década de 1330, la hambruna
hizo estragos en la China de Yuan. En la década de 1590, una hambruna similar
devastó Europa, y en la década de 1490 la viruela y la gripe empezaron a
abrirse camino entre las poblaciones indígenas de América (recíprocamente, la
sífilis hizo lo mismo entre los habitantes del Viejo Mundo). La
vida ha sido a menudo “desagradable, brutal y corta”, como observó el filósofo
político y cínico Thomas Hobbes en su Leviatán de 1651. Y, sin embargo, los
historiadores, incluso ahora, señalan a veces un año concreto como peor que los
demás.
536:
¿el peor año de la historia?
536 es el actual candidato de consenso para el peor año de la historia de la humanidad. Una erupción volcánica, o posiblemente más de una, en algún lugar del hemisferio norte parece haber sido el desencadenante. Dondequiera que fuera, la erupción precipitó un “invierno volcánico” de una década de duración, en el que China sufrió nieves estivales y las temperaturas medias en Europa descendieron 2,5°C. Los cultivos no prosperaron. La gente pasó hambre. Y se alzaron en armas unos contra otros.
En 541 la peste bubónica llegó desde Egipto y consiguió matar a un tercio de la población del imperio bizantino. Incluso en el lejano Perú, las sequías afectaron a la hasta entonces floreciente cultura Moche. El aumento de la capa de hielo del océano (un efecto de retroalimentación del invierno volcánico) y un intenso mínimo solar (el período regular que presenta la menor actividad en el ciclo solar de 11 años del Sol) en el año 600 aseguraron que el enfriamiento global continuara durante más de un siglo. Muchas de las sociedades que vivían en el año 530 simplemente no pudieron sobrevivir a los estragos que se desencadenaron las décadas siguientes.
Los
historiadores nos interesamos ahora especialmente por temas como este porque, podemos colaborar con los científicos para reconstruir el pasado de formas
nuevas y sorprendentes.
Solo
una parte de lo que sabemos, o creemos saber, sobre lo que ocurrió en ese
periodo tan turbio procede de las fuentes escritas tradicionales. Tenemos
algunas para el año 536: el historiador bizantino Procopio escribió ese año que
“se ha producido un presagio muy temible”, y el senador romano Casiodoro señaló
en el año 538:
El dendroclimatólogo Ulf Büntgen detectó pruebas de un grupo de erupciones volcánicas en 536, 540 y 547 en los patrones de crecimiento de los anillos de los árboles. Asimismo, el análisis ultrapreciso de un glaciar suizo realizado por el arqueólogo Michael McCormick y el glaciólogo Paul Mayewski ha sido clave para comprender la gravedad del cambio climático del año 536. Este tipo de análisis se considera ahora un recurso importante, incluso esencial, en la caja de herramientas metodológicas de los historiadores, especialmente para analizar periodos en los que no se conservan muchos registros.
Algunos
historiadores -como Kyle Harper, Jared Diamond y Geoffrey Parker- utilizan los
avances en este campo en expansión para construir relatos revisionistas
completos sobre el ascenso y la caída de determinadas sociedades. Para
ellos, las condiciones de nuestro planeta son mucho más significativas en el
impulso de nuestra historia de lo que habíamos considerado.
Cómo
hacer frente a la adversidad
Pero, ¿cómo se vivió un acontecimiento que cambió el clima como el que comenzó en el año 536? Es una pregunta que los historiadores siguen considerando a medida que revisamos nuestras fuentes. La mayoría de los que vivían en el año 536 probablemente no sabían que lo tenían tan mal. Como historiadores, somos propensos a confiar demasiado en fragmentos anecdóticos cargados de fatalidad, como las citas de Procopio y Casiodoro.
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